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La semana
pasada, la detención en Brasil del futbolista de Quilmes
Leandro Desábato, por un supuesto insulto racista proferido a
un jugador del San Pablo de raza negra, despertó una polémica
recurrente en nuestro país. ¿Somos un país racista? Fue la
pregunta que se hicieron los medios cuando la noticia
deportiva pasó a un segundo plano para darle lugar a la
cuestión social.
Las respuestas a favor y en contra de
esa aseveración no se hicieron esperar. Sin embargo, se sigue
dejando de lado otra nebulosa que cubre de cabo a rabo nuestra
concepción de lo nacional y que tiene que ver con la idea muy
instaurada de que en Argentina no hay negros.
La misma
idea toma fuerza en Córdoba, donde la presencia africana
representó el 60 por ciento de la población en la época
virreinal. ¿Qué pasó con ellos? ¿Dónde están?
Miriam
Gómez es integrante de la Sociedad Caboverdiana de Buenos
Aires y asesora al Indec y a la Universidad Nacional de Tres
de Febrero en temas de africanía y negritud. Por estos días,
las tres organizaciones, junto a la entidad África Vive, están
realizando un censo en Buenos Aires y Santa Fe para tratar de
establecer cuántos afrodescendientes viven en la actualidad en
ambas provincias.
Gómez, hija de un matrimonio de
inmigrantes de Cabo Verde, aseguró a La Voz del Interior que
el “caso Desábato” le produjo sensaciones diversas. “En primer
lugar, sentí una negación total de la parte argentina, desde
donde se dijo que no podía haber pasado”, explicó.
“Si
el hecho discriminatorio ocurrió, tiene que ser sancionado”,
indicó. Gómez admitió que en Argentina es habitual utilizar
insultos con el componente negro. “Es muy común insultar a
otro diciéndole negro de mierda o mono. Lo escucho todos los
días”.
Córdoba negra
No los mató ninguna peste
o guerra. No se extinguieron por ninguna razón. No se
esfumaron. Los argentinos de raza negra o afrodescendientes,
como prefieren que se los nombre, pertenecen a una de las
corrientes migratorias que recibió el país desde la época de
la colonia, cuando llegaban como esclavos al puerto de Buenos
Aires para ser destinados a distintos puntos del Virreinato
del Río de la Plata.
Córdoba fue, en ese marco, un
nudo de distribución; pero también fue un centro de ubicación
de los africanos esclavos que, en su mayoría, trabajaron en
los conventos.
Hoy sus descendientes están insertos en
nuestra sociedad. El mestizaje y las nuevas corrientes
migratorias que persisten hasta nuestros días, conforman la
población de afroamericanos en Argentina. Sin embargo, muchos
descendientes, víctimas de una discriminación siempre latente,
no aceptan sus orígenes. Esa negación es atribuible a un
proyecto de país en el que los negros no tenían cabida.
En este contexto, se hizo famosa la frase del ex
presidente Carlos Menem cuando, sin temor a equivocarse, dijo:
“En Argentina no existen los negros; ese problema lo tiene
Brasil”.
La historia oficial dice que los negros
desaparecieron del país víctimas de las pestes y al ser
utilizados como carne de cañón en las guerras del siglo XIX.
Sin embargo, aún están entre nosotros o en nuestra propia
sangre y se calcula que entre un seis y un 10 por ciento de
argentinos proviene de aquellos esclavos.
En la Córdoba
virreinal, los negros llegaron a ser la población más numerosa
entre las demás etnias. En 1840, la población de la capital
provincial estaba integrada por un 61 por ciento de africanos
o mestizos. Diego Buffa es, junto a María José Becerra,
coordinador del Programa de Estudios Africanos en el Centro de
Estudios Avanzados de la UNC.
Buffa se embarcó en el
intento de dilucidar qué había pasado con la gran población
negra que habitó la Córdoba colonial. El primer escollo que
encontró fue que, de repente, los censos no discriminaron más
por raza. “Nos resultaba muy extraño que a principios del
Siglo XX no existieran más afrodescendientes”, contó.
A pesar de tener conciencia de que muchos esclavos
murieron en las guerras de la independencia o en los
conflictos internos del país, los investigadores del CEA no se
conformaban con la idea de que habían desaparecido.
Y
llegaron a la conclusión de que no todos habían muerto y de
que los que quedaron sufrieron el estigma de ser esclavos o de
tener descendencia africana.
“Hasta la Reforma de 1918
en la Universidad de Córdoba todavía se exigía para ingresar
la limpieza de sangre, que no era otra cosa que no tener algún
ancestro negro”, explicó Buffa.
Por eso, cuando pasaron
los años, el ancestro negro comenzó a ser negado. “Nadie
admitía ser negro en los censos que se realizaban en la
campaña, que eran más flexibles”, aseveró.
En
conclusión, los negros no desaparecieron sino que se ocultaron
tras de velo del
mestizaje.
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