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Sociedad
Un racismo negado
Censo
Córdoba negó y ocultó a sus abuelos negros
Por Fernando Agüero | Corresponsalía
faguero@lavozdelinterior.com.ar

La semana pasada, la detención en Brasil del futbolista de Quilmes Leandro Desábato, por un supuesto insulto racista proferido a un jugador del San Pablo de raza negra, despertó una polémica recurrente en nuestro país. ¿Somos un país racista? Fue la pregunta que se hicieron los medios cuando la noticia deportiva pasó a un segundo plano para darle lugar a la cuestión social.

Las respuestas a favor y en contra de esa aseveración no se hicieron esperar. Sin embargo, se sigue dejando de lado otra nebulosa que cubre de cabo a rabo nuestra concepción de lo nacional y que tiene que ver con la idea muy instaurada de que en Argentina no hay negros.

La misma idea toma fuerza en Córdoba, donde la presencia africana representó el 60 por ciento de la población en la época virreinal. ¿Qué pasó con ellos? ¿Dónde están?

Miriam Gómez es integrante de la Sociedad Caboverdiana de Buenos Aires y asesora al Indec y a la Universidad Nacional de Tres de Febrero en temas de africanía y negritud. Por estos días, las tres organizaciones, junto a la entidad África Vive, están realizando un censo en Buenos Aires y Santa Fe para tratar de establecer cuántos afrodescendientes viven en la actualidad en ambas provincias.

Gómez, hija de un matrimonio de inmigrantes de Cabo Verde, aseguró a La Voz del Interior que el “caso Desábato” le produjo sensaciones diversas. “En primer lugar, sentí una negación total de la parte argentina, desde donde se dijo que no podía haber pasado”, explicó.

“Si el hecho discriminatorio ocurrió, tiene que ser sancionado”, indicó. Gómez admitió que en Argentina es habitual utilizar insultos con el componente negro. “Es muy común insultar a otro diciéndole negro de mierda o mono. Lo escucho todos los días”.

Córdoba negra

No los mató ninguna peste o guerra. No se extinguieron por ninguna razón. No se esfumaron. Los argentinos de raza negra o afrodescendientes, como prefieren que se los nombre, pertenecen a una de las corrientes migratorias que recibió el país desde la época de la colonia, cuando llegaban como esclavos al puerto de Buenos Aires para ser destinados a distintos puntos del Virreinato del Río de la Plata.

Córdoba fue, en ese marco, un nudo de distribución; pero también fue un centro de ubicación de los africanos esclavos que, en su mayoría, trabajaron en los conventos.

Hoy sus descendientes están insertos en nuestra sociedad. El mestizaje y las nuevas corrientes migratorias que persisten hasta nuestros días, conforman la población de afroamericanos en Argentina. Sin embargo, muchos descendientes, víctimas de una discriminación siempre latente, no aceptan sus orígenes. Esa negación es atribuible a un proyecto de país en el que los negros no tenían cabida.

En este contexto, se hizo famosa la frase del ex presidente Carlos Menem cuando, sin temor a equivocarse, dijo: “En Argentina no existen los negros; ese problema lo tiene Brasil”.

La historia oficial dice que los negros desaparecieron del país víctimas de las pestes y al ser utilizados como carne de cañón en las guerras del siglo XIX. Sin embargo, aún están entre nosotros o en nuestra propia sangre y se calcula que entre un seis y un 10 por ciento de argentinos proviene de aquellos esclavos.

En la Córdoba virreinal, los negros llegaron a ser la población más numerosa entre las demás etnias. En 1840, la población de la capital provincial estaba integrada por un 61 por ciento de africanos o mestizos. Diego Buffa es, junto a María José Becerra, coordinador del Programa de Estudios Africanos en el Centro de Estudios Avanzados de la UNC.

Buffa se embarcó en el intento de dilucidar qué había pasado con la gran población negra que habitó la Córdoba colonial. El primer escollo que encontró fue que, de repente, los censos no discriminaron más por raza. “Nos resultaba muy extraño que a principios del Siglo XX no existieran más afrodescendientes”, contó.

A pesar de tener conciencia de que muchos esclavos murieron en las guerras de la independencia o en los conflictos internos del país, los investigadores del CEA no se conformaban con la idea de que habían desaparecido.

Y llegaron a la conclusión de que no todos habían muerto y de que los que quedaron sufrieron el estigma de ser esclavos o de tener descendencia africana.

“Hasta la Reforma de 1918 en la Universidad de Córdoba todavía se exigía para ingresar la limpieza de sangre, que no era otra cosa que no tener algún ancestro negro”, explicó Buffa.

Por eso, cuando pasaron los años, el ancestro negro comenzó a ser negado. “Nadie admitía ser negro en los censos que se realizaban en la campaña, que eran más flexibles”, aseveró.

En conclusión, los negros no desaparecieron sino que se ocultaron tras de velo del mestizaje.

 

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